
A las tres de la tarde en Villa Río Hondo sólo se ven algunas personas sentadas a la mesa, en los patios de tierra que miran sin demasiado asombro a los forasteros que llegan al lugar. Esta localidad cercana a Termas de Río Hondo, en Santiago del Estero, tiene una particularidad que salta a la vista incluso hasta ante el ojo más distraído: en cada parcela hay una especie de medio mundo, un tinglado que forma un medio círculo de chapa, con paredes en cada extremo. No es esto, sin embargo, un capricho arquitectónico. Es lo que queda de la historia de un grupo de 150 personas que debieron abandonar sus hogares porque en el pueblo que habitaban se haría un dique y sus casas, sus calles, su iglesia, todo, quedaría bajo el agua. Si vas a las Termas de Río Hondo y querés conocer algo de historia local, recorrer los pocos kilómetros que la separan de esta Villa valen la pena. En el lugar en el que ahora habitan gran parte de aquellas familias que formaron lo que se llama el “éxodo Riohondeño” queda un aire a resistencia que lo hace inigualable.
La Villa Río Hondo original estaba en lo que hoy se conoce como el Embalse de las Termas. Allí estaba la iglesia, la escuela, el cementerio. Era una zona de valor histórico porque se decía que San Francisco Solano había pasado por ahí. Un día, el gobierno de Onganía avisó oficialmente que esa zona se convertiría en un dique así que en tres años, entre el 64 y el 66, las familias debieron mudarse. El 26 de marzo fue el último día del éxodo que terminó con una imagen muy fuerte, que es la que se muestra en el cartel del entrada a la localidad: el cura del pueblo agarró la cruz de la iglesia y caminó con ella a cuestas mientras la gente lo seguía rumbo a su nuevo destino. Detrás dejaron sus antiguas vidas, que iban a ser tapadas por el agua.
Aquellos años fueron duros. El gobierno les había dejado los famosos tinglados de chapa como refugio, en medio de los terrenos que serían para cada familia. Imaginate el calor en Santiago del Estero en verano….Fueron doce kilómetros de camino junto a la ruta, bordeando el monte, hasta que llegaron a destino. Hoy se conmemora el éxodo cada 26 de marzo.
Pasaron años y el pueblo se levantó. Hoy tienen una capilla que emula los tinglados, con puerta vidriada y una piedra que dicen que fue pisada por San Francisco Solano. Según cuentan, se la sacaron a una familia que la regenteaba y que cobraba por tocarla o tener un trozo de ella (hay quienes creen que es una piedra milagrosa).
En un paseo a Termas, es un buen viaje para conocer la historia y ver un pequeño pueblo santiagueño en toda su magnitud. Después podés volver a la ciudad, que es llamada Las Vegas de Argentina, y disfrutar de todo lo que tiene para ofrecer. Es sorprendente ver cómo se arma y ofrece servicios turísticos que están a la altura de cualquier punto de la costa, en un lugar de aguas termales que surgen de cada canilla que abras. Ahí vas y relajás, pero, eso, sabemos, queda para otra nota.
Mientras, ya sabés qué historia queda detrás de Villa Río Hondo.
Un dato más: dicen que a veces, cuando el agua del Embalse baja, se puede ver la punta de la iglesia (una construcción antiquísima que quedó de tiempos del virreinato). Hace unos años, unos exploradores quisieron llegar al lugar y ver qué quedaba sumergido pero aseguraron que el barro lo había tapado todo. Todo no, la memoria sigue en pie, y late a doce kilómetros de ahí, en el lugar en el que el pueblo, pese a todo el dolor del desarraigo, pudo volver a armarse.
Que pena que pasen estas cosas…
Pobre los pobladores de allí, el adelanto tiene sus consecuencias
.