
Es un clásico: uno sale de vacaciones o de fin de semana largo y –entusiasmado por el cambio de paisaje- se prende en todo sin medir las consecuencias. Aquí, una mini guía para disfrutar al máximo… arriesgándote al mínimo.
Parapente, tirolesa, escalada, rapel…..Digamos la verdad: las opciones se multiplican cuando de turismo activo se trata y uno suele caer en la tentación. Así es como después personas que no cuentan con el entrenamiento físico adecuado se embarcan en aventuras para las que- física o psíquicamente- no están preparados ¿La típica? Subir hasta el promontorio desde donde uno supuestamente bajará haciendo rappel….y no animarse. ¿A vos te pasó? A nosotras también.
Dato central a tener en cuenta entonces: salir de viaje y estar lejos de tu vida de todos los días no te convierte automáticamente en un atleta. Por lo tanto, antes de realizar la actividad que fuere pedile a los responsables de la misma (tirolesa en la Patagonia, por ejemplo, deslizándote por entre las copas de los árboles) que te digan si estás en condiciones o no de prenderte en ese paseo. Tener kilos de más o de menos, ser paciente asmático, ser un niño pequeño, estar embarazada o tener problemas de movilidad te dejan automáticamente fuera de algunos planes y es bueno que lo sepas de entrada.
Otro dato clave –y que ya no tiene tanto que ver con vos como con los prestadores del servicio- es la habilitación. Traducción: antes de lanzarte al grito de “Jeronimoooo” desde una plataforma y recorrer el cielo del bosque deslizándote por un cable, averiguá TODO sobre quienes realizan esa actividad. ¿Son reconocidos como prestadores? ¿Tienen expuesta y bien a la vista la autorización local y provincial para realizar esa actividad deportiva?¿Con qué antecedentes cuenta en la actividad? Todo eso debe ser controlado ANTES de pagar cualquier clase de excursión. Y si te quedan dudas, comunicate con la oficina de turismo del lugar y pedí las explicaciones necesarias.
En el caso de los deportes acuáticos o bien de actividades embarcadas como la pesca de trucha en el sur, por caso, la consigna es la misma: viajero precavido vale por dos. Entonces, revisá antes de salir si hay salvavidas para todos, revisá si no es necesario usar casco (en el caso de la práctica del rafting el casco es de rigor), preguntá si cuentan con botiquín y también a dónde se pedirá ayuda en caso de alguna emergencia.
Pero sin dudas es el parapente, eso de volar “al estilo pájaro” y dejando que las corrientes de aire te lleven a su gusto, una de las actividades que más dudas generan a la hora embarcarse en ellas. Primero, porque se parece demasiado a saltar al vacío y, segundo, porque hay que tener un temple muy especial para no ponerse nervioso en la altura y cerca del sol.
Considerado un deporte extremo o “de riesgo”, el parapente propone planear aprovechando el impulso de las corrientes de aire y el vuelo de bautismo siempre se hace con un piloto en un llamado “parapente biplaza”. Ahora bien, en diciembre de 2017, en Tucumán, la caída y muerte de la médica Natalia Vargas mientras practicaba parapente en el Cerro San Javier, en Tucumán, volvió a abrir el debate acerca de la seguridad de esta práctica.
Sobre todo, porque luego de un primer momento en el que el instructor a cargo habló de un “ataque de pánico” que habría descontrolado a Natalia, haciendo que se soltara y cayera al vacío desde 120 metros, luego se supo que los arneses que deberían haber estado sujetándola estaban sueltos. ¿Qué había pasado?
El video previo al accidente es revelador y también fue claro el presidente de la Federación Argentina de Vuelo Libre, quien explicó que un paso clave de la rutina de todo piloto es controlar que el pasajero esté bien atado: hay sujetadores para las piernas (llamados “perneras”), otro para el vientre y toda una serie de “ajustes” que en este caso no estuvieron.
El piloto que acompañaba a Natalia en ese trágico día, Ariel Salazar, según dijo el presidente de la Federación “no es instructor” ni contaba “con la licencia para hacer vuelos biplaza”. Salazar terminó reconociendo “un momento de distracción” durante la preparación del vuelo. Lo importante, en cualquier caso, es que nuevamente la improvisación y la falta de controles terminaron abriendo el paso a la tragedia.
¿Cómo prevenirlo? Simple: volando sólo con los mejores profesionales –que no necesariamente son los que cobran menos- y revisando que sean, efectivamente, profesionales habilitados y reconocidos por sus pares. ¿Dónde consultar eso? En la página de la Federación, en donde se consignan los nombres y direcciones de todos los pilotos certificados: http://www.favl.com.ar/pilotos_biplaza.php. Ahi tenés los listados actualizados de los profesionales que pueden enseñarte o acompañarte a volar en parapente, aladelta y paramotor (esto es, parapente con motor).
Como conclusión, lo central es que antes de embarcarte en una actividad deportiva durante tus viajes seas muy consciente de tus propias limitaciones, por un lado, y que tomes todos los recaudos a la hora de seleccionar al prestador, por el otro (dato: nunca el precio es un buen criterio si lo que querés es disfrutar seguro). Controla habilitaciones, botiquines, seguros, revisá los listados de las instituciones que agrupan a los profesionales de una determinada actividad y no te quedes con una sola pregunta por hacer. Después de todo, la idea es divertirse y disfrutar. Y para eso hay que estar seguro y tranquilo. ¿O no?
¿Sabías…
Si querés salir a recorrer la montaña bajo supervisión experta, vas a necesitar un guía de montaña certificado y reconocido. Podés encontrar al tuyo en la entidad que los agrupa, la Asociación Argentina de Guías de Montaña: http://www.aagm.com.ar/nuestros-guias/guias-asociados/