
A punto de cumplir seis décadas, Cosquin volvió a demostrar por qué es “el” festival de folklore del país. Aquí, apuntes de 9 lunas para recordar.
Fueron nueve lunas de fiesta. Fueron nueve lunas de tributo a los grandes artistas de nuestra tierra pero también fueron nueve lunas para darles la bienvenida a las nuevas voces y a los nuevos artistas, algunos de ellos llegados en vuelo directo de la calle a la fama por obra y gracia de un festival fuera de serie. Por eso decimos que fueron nueve lunas a todo brillo: porque nadie faltó. Y porque nadie dejó de brillar.
La primera noche, la de la apertura, llevaba un nombre que lo decía todo: De danzas y cantoras. Abrió el espectáculo el Ballet Camin y le puso a la noche ritmo de zamba y chacarera. Después, la Cantora de las cantoras (Mercedes Sosa) fue homenajeada por algunas de las artistas que se sienten, y con justicia, sus herederas: Liliana Herrero, Teresa Parodi, Soledad Pastoruti y Julia Zenko.
De esa partida fueron también dos entrañables amigos de La Negra: León Gieco y Victor Heredia. En esa primera noche brilló también la Trova Rosarina y Juan Carlos Baglietto, Silvina Garré, Adrián Abonizio, Jorge Fandermole y Rubén Goldín pusieron a cantar a toda la plaza Próspero Molina.
Con la segunda noche llegó el momento del amor, con Peteco Carabajal, Destino San Javier y Luciano Pereyra como los principales protagonista de una noche dedicada desde su título al romance: se llamó Foklore Enamorado.
Con la tercera luna, De hechizos y albahaca, el corazón de Cosquin comenzó a latir al ritmo de la chaya riojana. De la mano de Sergio Galleguillo, Néstor Garnica y Facundo Toro el aire quedó perfumado albahaca, pero la fiesta luego migró a Santiago y de la mano de Coco Gómez y La Chacarera del monte el sonido de los violines también se hizo presente. ¿Conclusión? Bailaron hasta las piedras.
La cuarta luna fue, definitivamente, una de las más esperadas. Con un clima que no acompañó (la lluvia fue una amenaza constante y, cuando se largó, el mundo se vino abajo) pero un público dispuesto a resistir lo que fuera para poder disfrutar de sus artistas, la noche llamada Magia y Euforia tuvo su punto más alto con la actuación de Abel Pintos, que cantó sin importarle el aguacero.
Nahuel Pennisi también brilló en esa cuarta noche y conmovió a todos con su talento y con su humildad.
Con la quinta luna llegó la hora de los tributos a las Voces del tiempo, a esos artistas que – como los buenos vinos- no hacen más que mejorar con el paso de las décadas. Esa noche, tantos Los 4 de Córdoba (que celebraban medio siglo con la música) como Los Manseros santiagueños (que cumplían sesenta años de trayectoria) tuvieron sobre el escenario Atahualpa Yupanqui su mejor agasajo.
Y ya el festival comenzaba a transitar las últimas lunas, pero todavía seguían ahí las ganas de cantar y, sobre todo, de bailar. Por eso con la Sexta Luna, llamada Colores del Norte, todo se llenó de charangos, quenas y carnavalitos. Estuvieron El Indio Lucio Rojas, Milena Salamanca y esa tromba de percusión y alegría que son Los Tekis, quienes conquistaron el corazón de Cosquin a todo ritmo y diabladas. Hubo baile norteño arriba y abajo del escenario, y hasta un maravilloso “pogo andino” que quedará para la historia.
Durante la Séptima Luna, en el viernes previo al cierre de Cosquin 2019, brillaron Pedro Aznar y Rally Barrionuevo en la noche titulada (con ecos de Yupanqui) Piedra y camino. La Octava Luna, la Luna que Danza, fue el conjunto La Callejera el que puso a todo el mundo a bailar, tomando la posta La Bruja Salguero y el dúo Coplanacu. Cerró la noche alguien que también estaba celebrando treinta años de trayectoria en la música, y a todo chamamé: el Chango Spasiuk.
Anoche fue la Novena Luna, la del cierre y la despedida, y tal vez por eso nadie tenía ganas de moverse de la plaza. Llena como nunca antes, la noche de Los Nocheros y del Chaqueño Palavecino (dos de las propuestas más convocantes de esta edición) se llamó Perfume de Salta y tuvo a la provincia norteña como protagonista indiscutida. También se lució y cómo Roxana Carbajal, con la presentación de su nuevo disco, Autóctona.
Así, entre zambas y canciones de amor, Cosquin 2019 volvió a ratificar por qué es el festival de foklore más importante del país. Porque lo tiene todo y a todos, porque en él caben la copla y el gato, la cueca y la chaya, la zamba y la chacarera. Y sobre todo porque desde hace 59 años es la fiesta que nadie quiere perderse y en días como hoy vuelve a estar un poco más lejos y de nuevo tan cerca. En 364 días la fiesta volverá a empezar para celebrar su 60 aniversario. Pero esa ya es otra historia.